martes, 17 de mayo de 2022

EL LIBRO ANTIGUO (II), sus portadas

 Seguimos con el libro antiguo, en el anterior post EL LIBRO ANTIGUO, conceptualizando me aproximé a su concepto, principios y aspectos diferenciadores . 

Recordemos que los incunables son los ejemplares de las ediciones fechadas antes del 1501  “a partir de esta fecha no se produce un cambio fundamental, ni de ningún tipo, en el procedimiento de impresión del libro. […]Tal hecho es totalmente cierto en el ámbito de los talleres de imprenta de España y Portugal, al menos los veinte primeros años del nuevo siglo. Para denominar a este conjunto de ejemplares utilizaremos el término post-incunables.” (Abad, 2004:16)

Esto quiere decir que el  término post-incunable hace referencia a la producción tipobibliográfica española y portuguesa de 1501 a 1520.

Es importante resaltar que no es el  año propiamente dicho el factor que da sustento para determinar al libro antiguo; sino el contexto histórico en cuanto a los métodos de producción, en donde la tipografía usada más las formas de algunos elementos externos modelan este tipo de libros.

Con la evolución de la producción, la tipografía fue  adquiriendo una personalidad propia, y una vez que los impresores fueron conscientes de su capacidad innovadora, los libros de molde fueron modificando su aspecto. Uno de los elementos que mejor ha definido esta evolución fue la invención y posterior desarrollo de la PORTADA.




El punto de partida sobre el estudio de la portada en el libro antiguo lo constituyen los trabajos de Alfred William Pollard (1859-1944), compendiados en su clásico Last words on the history of the title-page.
 Las aportaciones de Pollard fueron glosadas casi de inmediato por Richard Garnett, en una conferencia pronunciada ante el Annual Meeting of the Library Association (Londres, octubre de 1889)

Para Pollard y Garnett era evidente que las portadas suponían una traslación de los contenidos de los colofones a un nuevo espacio inicial de los libros: las portadas.

Una década después retomaría esta cuestión el norteamericano Theodore Low De Vinne (1828-1915), en su Title-pages as seen by printer (1901) cuyas estudios ampliaría y los integraría en el volumen tercero de su The practice of typography (1902). 

No fue hasta 1925, cuando Konrad Haebler publicó su Introducción al estudio de los incunables, cuando podemos encontrar una investigación de mayor profundidad acerca del origen y desarrollo de las portadas. 
Fue Haebler quien relacionó su invención con la colocación de una página en blanco al comienzo de los libros impresos en el siglo XV. 
Haebler distinguió entre título y portada. Concluyó que los primeros «títulos» en los incunables aparecieron fijados en los titulillos o encabezamientos de las hojas, pero no los definió como precursores de las portadas pues funcionaban como una guía para la lectura y siguieron utilizándose incluso así cuando ya las portadas se habían generalizado.






En el ámbito de la bibliología española, es de obligada mención, Hipólito Escolar, en su Historia Universal del Libro, donde lo resumió así: las portadas surgieron como una forma de protección del texto y después se añadieron títulos e ilustraciones para identificar y promocionar la adquisición de los libros. 

En la misma línea se expresó José Simón Díaz en El libro antiguo español (dedica una capítulo, el quinto, a la portada) y después María Marsá y Julián Martín Abad. 
Éste último señala (siguiendo de nuevo a Haebler) que los primeros impresos aparecieron sin portada, a imitación de los códices, después se dejó una hoja en blanco inicial para proteger las tripas sin encuadernar, hoja que después incluiría el título abreviado, muchas veces xilográfico, título que se ampliaría con más datos sobre el autor, taller o ciudad de impresión, o ilustrado con alguna entalladura.







De un modo práctico, en base a todos los estudios e investigación el origen de la portada, debe buscarse prioritariamente en las necesidades generadas por el nuevo método de producción que supuso la imprenta manual. 
Su enorme desarrollo técnico y comercial tuvo necesariamente consecuencias en el aspecto de los libros y en su estructura interna. «haebleriano», Fermín de los Reyes Gómez ha introducido una novedad con la introducción del término protoportada, referido no a las portadillas o anteportadas, sino a las primigenias portadas incunables, en las que no se encontraban todos los datos que después se asentarían en el siglo XVI. Sobre su origen es más escueto y se limita a reseñar:

"La portada nace con el libro impreso, puesto que los códices suelen carecer de ella y los primeros incunables, que emulan al manuscrito, también. Como se va a ver ahora, diversas necesidades, sobre todo comerciales, harán que la portada se vaya configurando ya en el siglo XV aunque es en el XVI cuando se la puede denominar como tal y adquiere las funciones que tiene hoy día, esto es, servir como elemento de identificación principal de una edición."


Muchos son los estudiosos, expertos, bibliólogos, investigadores que trataron el tema de la aparición de la portada en el libro: Rudolf Hirsch, Margaret M. Smith, Gérard Genette, Ursula Rautenberg... Si tuviésemos que concretar todos los aspectos, investigaciones y conclusiones que publicaron, este post tendrían numerosas partes, siendo tan extenso que perdería su fin de introducción al tema.


FUNCIÓN DE LA PORTADA : la identificación de la obra o del ejemplar.


Como es sabido, entre 1450 y 1480 los incunables carecieron de portadas, estableciéndose su identidad de la manera tradicional, con un íncipit.
Si en los códices no había portadas era, en primer lugar, porque la influencia en la Edad Media de la transmisión textual de las obras de la Antigüedad grecorromana había sido muy fuerte.

En la Antigüedad este problema fue resuelto gracias a que los títulos de las obras figuraban no solo en el protokollos, o plana inicial del rollo, o en el colofón, sino también en un espacio más reducido y visible desde el exterior: el syillibos, titulus o index, según lo denominemos en griego o en latín. Consistía en una etiqueta con el título abreviado o coloquial de la obra, y en muchas ocasiones también el número del «librum» (entendido como capítulo) que contenía.


Aproximadamente sobre 1480, cuando en casi toda Europa los impresores decidieron reemplazar las hojas en blanco de los libros recién salidos para estampar su título. 
Estas protoportadas eran de gran utilidad para evitar errores en los almacenes de las imprentas, o en los de las librerías, e incluso en las ferias donde se presentaban las novedades editoriales. 
Su nula ornamentación inicial permite confirmar el predominante valor identificativo que se les otorgaban, de modo que es posible desmentir que se generara por una utilidad publicitaria o comercial, es decir, para atraer la atención de los lectores.
Sin embargo, pronto se observó que estos títulos breves, destinados a facilitar el trabajo de impresores y libreros, captaban también la atención de los lectores.

Y es que en el siglo XV existía un sistema para identificar los libros, plenamente asentado: los rótulos (en los cortes o en los lomos de miles de ejemplares, funcionando como los actuales tejuelos con signaturas topográficas)



Si lo que pretendían los impresores era precisamente identificar el título de una obra, las encuadernaciones de los códices ya ofrecían un modelo. 
Sobre sus tapas, por medio de rótulos los títulos se pegaban, escribían o insertaban en la parte superior de las mismas. Y estas etiquetas fueron el origen de las portadas. Una de las fuentes artísticas donde mejor se retrata el almacenamiento de los libros en un ámbito doméstico y el uso de rótulos en los mismos es en la tabla flamenca La Virgen del Libro (imagen de abajo). 
Pintada hacia 1450 por un seguidor de Jan van Eyck,44 la escena de la madre de Jesús, enseñando a éste a leer, se completa con la presencia de varios libros y de una nómina, distribuidos de manera aparentemente descuidada sobre un banco corrido y unos estantes; pero es dentro de un arcón entreabierto donde el pintor permite al espectador vislumbrar una abigarrada colección de volúmenes, dos de los cuáles presentan un rótulo sobre sus tapas.





ESTILOS DE PORTADA


Portada tipográfica emplea como elementos iconográficos las marcas del impresor, orlas, viñetas o escudos de la orden a la que pertenecía el escrito, esto es, no existe alguna ilustración alusiva al texto o de grandes dimensiones, sino que la información textual sobre el libro abarca la mayor parte de la portada. Las composiciones que podía hacer el impresor con el texto son dos: a renglón seguido y de lamparilla o triángulo invertido.


 


Portada heráldica tiene como elemento principal un escudo de armas, real o de algún noble, de la orden de un eclesiástico o bien de un obispo. El escudo ocupa la mayor parte de la portada, se acompaña de orlas y el texto es mínimo.





Portada arquitectónica es una de las más elaboradas y tiene como elementos un frontón en donde podía llevar alguna alegoría del texto o bien de la dedicatoria, dos columnas que podían ser dóricas, jónicas, salomónicas o con forma humana, las cuales tienen basamentos con un marco, un grabado o escudo. Por último, se halla el zócalo en donde se acostumbraba poner el pie de imprenta o el escudo de las armas del reino.



Portada de invocación, fue la más empleada, su elemento principal es la representación del santo al que se dedicaba la obra o la del santo patrono de la orden a la que pertenecía el escritor. El grabado que la personifica, ocupa la mayor parte de la portada, por lo que el texto pasa a un segundo plano.







Fuentes consultadas

Marsa Vila, María. (1999). El fondo antiguo en la biblioteca. Gijón: Trea. 398 pp.
Martín Abad, Julián. (2004). Los libros impresos antiguos. Valladolid: Universidad de Valladolid. 158 pp.
Martínez de Sousa, José. (2004). Diccionario de biblioteconomía y ciencias a fines. 3 ed. Madrid: Fundación German Sánchez Ruiperez. 992 pp.

Pedraza García, Manuel José, et. al. (2003). El libro antiguo. Madrid: síntesis. 478 pp.

García Aguilar, Idalia. Rendón Rojas, Miguel Ángel. “El fondo antiguo: su estructura conceptual”. Binaria: Revista de comunicación y tecnología. No. 1 (2001)

Gerdner, Ferdinand. (1998). Manual de Incunables: Introducción al mundo de la imprenta primitiva: Madrid: Arco Libros. 358 pp.

Idalia García “El Libro Antiguo”. En conferencia impartida en la Facultad de Humanidades de la UAEM, 2009.



Webbibliografía


Biblioteca Digital AECID (BIDA). Bibliotecadigital.Aecid.Es, 2022, https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/inicio/inicio.do. Accessed 16 May 2022.

Anon. Tesisenred.Net, 2022, https://www.tesisenred.net/bitstream/handle/10803/1382/07.LAV_CAP_6.pdf?sequence=8&isAllowed=y. Accessed 16 May 2022.

Página dedicada al mundo de los Libros Antiguos. "Página Dedicada Al Mundo De Los Libros Antiguos ". Todolibroantiguo.Es, 2022, http://www.todolibroantiguo.es/. Accessed 16 May 2022.

Sánchez-Molero, José. "Los Orígenes De La Portada: Un Laberinto Editorial Con Una Salida Inesperada". Titivillus = International Journal Of Rare Book: Revista Internacional Sobre Libro Antiguo, no. 2, 2016, pp. 127-157., https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5425419. Accessed 16 May 2022.

Yessica Anel Rojas Matías: Definición, identificación y valoración del libro antiguo. Nº 45 Espéculo (UCM) ". Webs.Ucm.Es, 2022, https://webs.ucm.es/info/especulo/numero45/libroant.html. Accessed 16 May 2022.

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